Marina, la perrita de colores blanco y marrón
claro en su pelaje. De tamaño mediano. Simpática, y miedosa a la vez en el
trato con las personas. Es lógico, era una perrita callejera, de esas que
suelen verse en cualquier terminal de colectivos de Córdoba en Argentina o en
cualquier pueblo de Argentina o deambulando por las calles.
Hace poco tiempo se fue al cielo de los perros,
o adónde van estos seres especiales que alegran la vida de mucha gente,
sobretodos a los que están solos. Y vaya si la llenan de alegría y travesuras y
mucho más.
La conocí de pequeña. Y gracias a uno de los
hijos de la señora Mirta, del kiosco de la terminal se juntó dinero en una alcancía o
frasco para poder castrarla. Y comió gracias a ella que alimenta a todos los perros callejeros que por alli pasan.
Muchas personas se solidarizaron y pusieron su granito de arena para su castración. Y así anduvo tranquila y
corriendo con los demás perros. No sé si feliz pues todo perro precisa un dueño,
alguien que la mime, cuide cuando se enferma y acaricie sus orejas. Pero fue
una más.
En toda Argentina hubo y habrá perritas como
Marina, abandonadas a la buena de Dios. Siempre buscando, pidiendo algo de
comer, pero también acercándose a la gente buscando un gesto de cariño. Nadie
vive feliz sin algo de cariño.
Ojalá algún día no se vean más perros
callejeros. Da mucha pena. Y cada vez hay más corriendo autos, o peleando por la comida.
Pero hoy sólo quiero recordar a Marina. La
extrañaremos mucho. ¡Chau Marina!!
Leticia Teresa Pontoni.
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