Graciela Lecube Chavez
© 2017
Apenas la brillante limosina se estacionó
frente al círculo de juegos de la escuelita
La Esperanza, los niños corrieron a ver
quién iba a salir del auto aquel. El chofer
uniformado que la conducía fue recibido
con aplausos y elogios.El hombre tenia
una presencia atractiva y no se molestó
por la reacción de los niños. Les sonrió
y abrió la puerta trasera extendiendo el
brazo para ayudar a salir a una señora
mayor vestida de negro, y sin soltarla,
la llevó hasta un banco de madera. El
hombre fue al auto y regresó al banco
donde estaba su empleadora, con una
caja en las manos. Ella le sonrió
agradecida y abrió la caja de donde
sacó un pote con agua enjabonada
y un palito que en una punta tenía una
ruedita de alhambre. Uno de los chicos
se acercó a preguntarle si iba a hacer
burbujas. --¿Cómo lo sabes?
-- Porque yo las hago también, pero
usted es muy grande para hacer
burbujas.
-- Por fuera soy vieja pero por dentro
sigo siendo una niña--, dejó que
pensara lo que le había dicho
y luego lo invitó a jugar:
--El que haga las burbujas más grandes
será declarado campeón.
Jugaron hasta que se encendieron los faroles
del parque y la dama sugirió:
-- Si quieres mañana podemos seguir jugando.
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