Graciela Lecube Chavez
© 2016
Papi está de regreso de un viaje
de negocios, deseoso de darse
un baño de sales en la bañera
de su casa, donde le esperan
las dos mujeres en su vida: su
esposa y Nuchi, la hijita de ambos.
Cubierto por el agua, Papi canta una
canción marinera que hace reír a Nuchi,
que le espera tras la puerta del baño.
Cuando Papi sale vestido en pantalón
piyama, Nuchi dice en un hilo de voz:
-- Tú no, Papi, ¿por qué, por qué?
Papi entiende que su niña reacciona
con temor y disgusto al ver sus brazos
tatuados desde el cuello hasta los dedos.
--No llores, niña mía, los tatuajes están
de moda y yo quiero verme joven para
mami y para ti. ¿Qué dices ahora?
--Lo mismo de antes... no me gustan...
te ves feo , como un viejo enojado.
En eso entra mami, radiente y dichosa
del salón de belleza, con los brazos
tatuados como su marido. Papi feliz,
la besa.Mami feliz, le corresponde.
Nuchi se queda mirándolos sin entender
del todo lo que está pasando... pero
en su corazón de niña una voz le dice:
“Para no perder lo que tienes y ser feliz
como tus papis se sienten ahora,
¿te atreverías a tatuarte los brazos?”
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