Graciela Lecube Chavez
© 2016
“¡Quiquiriquí...quiquiriquí!
que despierten los perezosos,
que yo ando por allí con ganas
de verlos trabajar, muy ansioso”,
cantaba el gallito presumido
que aunque de madrugada
de la cama saltaba, de pijamas
vestido estaba, con un clavel
en el hojal , erguido , al que
de tanto en tanto olía porque
era lo máximo de presumido.
Al oír su voz de tenor, hasta
las gallinas bonitas se levantaban
soñando con poderlo conquistar.
Don Esquicio, un viejo vestido
siempre en pijamas, les recordaba
que como dueño de todo, hacía
lo que le daba la gana. Pero la cosa
no era así de clara. La culpa era
de Milalia, ¡la gordita pretenciosa
de uñas rojas, su actual esposa!
Comentarios