Autor: Kevin Jared
Martínez Márquez
© 2016
—¡Nos han robado!
—se escuchó. La abuela de María se había percatado de la desaparición del calcetín
del alcalde de la ciudad. Se buscó el vestido del pie por todas partes. Toda la
mercería se encontraba desordenada. Hilos, agujas y dedales los había doquier.
El alcalde, por la mañana, llevó a remendar su calcetín de la suerte, pues quería
deshacerse de aquel molesto agujero.
—¡Entre nosotros hay un ladrón! —exclamó un cliente al
enterarse de lo sucedido.
—¡Tenemos
que llamar a la policía! —aconsejó otro cliente.
—¡Debemos
capturar a ese bandido! —estableció la abuela de María.
Enseguida
llegaron los vecinos de los alrededores. Todos buscaron el calcetín. María se imaginó
lo peor: «un monstruo terriblemente horrible devoró el calcetín y escapó de la
situación, uno de esos chimuelos y con cuatro ojos».
—¡Pulgas tiene el calcetín! —advirtió Iván, el hermano menor
de María, al encontrar a su perro jugando con el calcetín del alcalde.
El ladrón de calcetines no se avergonzó, en vez de ello, prefirió ir en busca de sus juguetes para continuar divirtiéndose. Eso sí, María e Iván hablaron seriamente con Pulgas al día siguiente.
El ladrón de calcetines no se avergonzó, en vez de ello, prefirió ir en busca de sus juguetes para continuar divirtiéndose. Eso sí, María e Iván hablaron seriamente con Pulgas al día siguiente.
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