Redacción: Kevin
Jared Martínez Márquez
© 2015
Fotografía: Claudia
Peters
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté al
mapache.
—Mi nombre es Ramón —contestó.
—¿Dónde vives? —cuestioné.
—Mi hogar, mi dulce hogar se encuentra en las cercanías de un río,
dentro de un tronco grueso y hueco, duermo sin molestias sobre una alfombra de
hojas secas, mismas que recolecté yo mismo —presumió Ramón.
—¡Suena cómodo! —establecí.
—Lo es.
—¿Qué te gusta comer? —pregunté con curiosidad.
—¡Comer es lo mejor del mundo! —indicó el mapache—. Los frutos del
bosque son de lo más delicioso, y también lo son las ranas; de esas que saltan
doquier.
—¿Qué haces al atardecer?
—¡Correr y trepar! —se alegró Ramón—. Una vez subí a un árbol
gigantesco, trepé sin cuidado, tanto que toqué con mis patitas una esponjosa
nube, de esas que están en el cielo.
—¡Qué increíble! —advertí.
—Mis patitas nunca me han defraudado —estableció el mapache con
orgullo.
—Cuéntanos algo más —motivé a Ramón.
—Mi mamá me contó que los mapaches nacemos ciegos, pero esta condición
sólo dura tres semanas.
—¡Recórcholis! —expresé.
—¡Recórcholis! —expresé.
Comentarios