DOS MITADES DIFERENTES


  
Graciela Lecube Chavez
 
 
©   2015

 
 
Ahora que la gente del Polo Norte
anda en shorts, camisetas de algodón
sin mangas y sandalias sin tacón,
mi primito Fermín me escribe desde
Buenos Aires donde vive con sus padres,
contándome de las noches invernales
y de lo guapo que se ve con el “sobretodo”
de vicuña que para Año Nuevo le regalaron.
“Quisiera estar como “vos” yendo a la playa,
tomando agua bien helada, en vez de usar
ropa de lana y mirar detás de las ventanas”,
me relata en su correo electrónico
con palabras no acentuadas porque 
le cuesta crear la tilde endemoniada.
Cuando yo me quejo del calor
él hace lo mismo con el frío...
si yo duermo todo el día porque
en vacaciones no voy a la escuela,
él está abrumado de tareas...
si ya vi el filme de los dinosaurios
él no sabe si la darán algún día...
cuando le hablo del iPad, él cree
que “le hago agua la boca” por maldad.
¡Ay, Fermín! ¡ Tú y yo somos primos
de la misma edad! Pero yo vivo aquí
arriba y tú más lejos de lo que creía.

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