UNA BOCA LLENA DE ESPACIOS VACÍOS


por Graciela Lecube-Chavez

© 2014



Mordí una manzana de cáscara verde,
y la espumita que produjeron mis dientes
al clavarlos con ganas en la pulpa dulzona,
estaba teñida de rojo por la sangre
que comenzó a salir por “gotonas”.
Me hice el desentendido, como
si el incidente no significara nada.
¡Claro que importaba! Y pasando
de sabido, escupí la saliva teñida
por un lado de la boca, a lo vaquero.
Por dentro estaba espantado y de soslayo
seguí la gota que dio en la pared de al lado.
Fui al baño. Cerré la puerta. De puntillas
me paré frente al botiquín con espejo,
abrí la boca y vi un enorme hueco.
¿Adónde estaban mis dientes? Porque
antes de morder la manzana, mis dientes
bien que a la vista estaban. No había nadie
conmigo. Me dejé llevar por los hechos
para que el llanto fluyera  desconsolado
¡al comprender que me los había tragado!


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