por Graciela Lecube-Chavez
© 2014
Cuando yo era jovencita, hubo quienes
lograron desviar mis impulsos, necesidades,
aspiraciones – ¡lo que sea! – repitiendo:
Tiempo al tiempo , Gracielita.
Cada vez que oía la frustrante frasesita,
para mis adentros, irritada me decía:
“¡Ay, si yo fuera señorita!”
¿Y para qué quería ser yo mayorcita?
¡¿yo, mayorcita?! ¡Sí, yo, la misma!
¡Para hacer y deshacer cuanto quería!
Aquello era una dictadura poderosa
y Tiempo al tiempo un impedimiento
que crecía más y más cada día!
A Tiempo al tiempo le salieron raíces
con uñas reforzadas que pudieron
acumular piedras sin importarle nada.
A los niños que crecieron hasta aquí,
Tiempo al tiempo sopla en sus oídos
atrincherados que deben obedecer.
Pero como los niños de hoy son
a su modo o nada, desafían a
Tiempo al tiempo en su propia cara.
Comentarios
DK.