por Graciela Lecube-Chavez
© 2013
El viejito don Justino, recién jubilado,
parece otra persona desde que
del año anterior de fumar ha dejado.
De vacaciones con su nieto Serafín
y su familia de tres niños chiquitos,
insiste en ayudar siquiera un chin.
– Mientras me tengan de invitado,
seré yo quien les lea a los chicos
lo que tú y su mamá han aprobado.
– Primero el mío de exploradores.
– Yo quiero el mío de pingüinos.
– No, lee el mío sobre los mares.
–Tranquilos, inquietos querubines,
mi pasión es leer y a leerles voy
mientras brille la luna en los confines.
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