por Graciela Lecube-Chavez
© 2013
© 2013
Ser hijo único no es fácil.
Mis papás me vigilan mucho
y me asfixian con sus halagos.
No me dejan ni a sol ni a sombra
y cualquier acierto mío les asombra.
Para colmo de males, insisten
en aburrir a sus amigos hablando
y hablando de su hijito querido.
Me llevan a conciertos de adultos
creyendo que son mejores
que los partidos de fútbol.
Y eso no es lo peor. Por ser
hijo único me falta un hermano
para compartir los juegos
¡o tirarnos de los pelos!
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