Graciela Lecube-Chavez
© 2013
Un día, saliendo de la biblioteca,
comenzó a llover a cántaros
cuando de pronto vi a una ranita
cruzando la acera dando saltos.
Yo me detuve para dejarla pasar,
un libro se cayó mojándonos a los dos
y ella me imitó sin saber reaccionar
o quizá para no dejarse pisar.
Me sacudí de pura risa, más aún
cuando ella la lengua me sacó.
Al recoger el libro entreabierto
creí haber leído lo que pasó.
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