Graciela Lecube-Chavez
© 2012
© 2012
En el cruce de las calles Paladino y Orión,
don Fabrizio Altamira y su pizzeria
llamada apropiadamente “Algarabía”,
eran desde hace años centro de reunión.
Los jóvenes clientes eran de varias edades,
que pertenecían a la segunda generación
de inmigrantes dedicados sin excepción
a vencer montón de pruebas y adversidades.
Cada color de piel su grupo asaltante formó;
blancos contra negros, amarillos contra latinos
se perseguían orgullosos sabiéndose enemigos....
haciendo sufrir a don Fabrizio que todo lo vio.
El último incidente fue tan absurdo y peligroso
que se sintió motivado a intervenir y aclarar
lo que nadie hasta el momento pudo enfrentar,
provocando más episodios vergonzosos.
Don Fabrizio se acercó al equipo provocador,
se quitó los zapatos y se los ofreció a su líder:
--Póntelos y camina con ellos para sentir
en carne propia la magnitud de mi dolor.
Por ser jóvenes deberían vivir en armonía
buscando un porvenir decente y llevadero,
entendiéndose y aceptándose primero
acabando para siempre con tanta rebeldía.
Ponerse en los zapatos “del otro” para saber
lo que le causa miedo, tristeza y agonía,
es poner a prueba la propia hidalguía
para experimentar lo que se debe hacer.
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