Graciela Lecube-Chavez
© 2012
Afuera estoy mirando
los estragos del tornado
que mi pueblo en segundos
con furor ha destrozado.
Qué enojo tan horrible
multiplicó aquella fuerza
para acabar, incontenible,
con casas y pertenencias.
No hay techos ni jardines,
ni puertas ni escaleras... sólo
deshechos y más deshechos
llenando inmensos confines.
El mundo se partió en dos,
en tres, en cuatro y nos dejó
más que despavoridos,
faltos de voz y de mando.
Sólo los ojos espantados
pidiendo perdón sin sentir
que hubieran pecado, en pos
del verdugo despiadado.
El día se hace noche, el entorno
vuelve a su regazo, perros
que aúllan y bebés que lloran,
por si acaso después ...
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