Graciela Lecube-Chavez
Ninguna bandera es
más linda ni hay viento
que la ondee como
el que en lo alto está.
Ella vio cielos sin nubes,
resistió el oleaje del mar
y mantuvo sus colores
con presencia singular.
Yo la admiro, la quiero,
la respeto y la cubro con
repetidos besos por ser
mi dueña en eternidad.
Con valor la defiendo
a capa y espada y con
orgullo la proclamo
de mi patria, soberana.
Ella es madrastra querida
de muchos y la madre mía
hecha de amor, el que regala
con generosa armonía.
Ella es gigante espejo
que refleja a la juventud,
lista a decirle “Hola
y Adiós”, hasta el ataúd.
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