Graciela Lecube-Chavez
© 2011
Los niños y la música
comparten una hermandad
considerada única
a cualquier edad,
y cuando quien la ejecuta
no es otro más que el papá,
el niño no hace preguntas
sino impone su “voluntá”.
El bebé a su papá ve y oye
la guitarra grande tocar
y enseguida aprovecha
para ponerse a probar.
No importa su tamaño
o el que no sepa hablar,
su talento es extraño
y lo tiene que mostrar.
El sonido escandaloso
sorprende al papá,
que de feliz y orgulloso
no se puede “aguantá”.
El bebé toca que toca
sin pararse a respirar...
y el papá lo provoca
para seguir a todo dar.
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