Y SUCEDIÓ QUE...

Graciela Lecube-Chavez

©  2010
 



… en la isla de Borona
se metió sin permiso
un ciclón categoría cuatro
para hacer lo que quiso.
La arena bailó lambada,
las palmeras, danzón,
los caracoles, raggateón
y no faltaron los delfines
saltando sin dirección.
Vientos de ciento veinte
se soltaron los cabellos
y Borona pasó de isla
a centro de observación,
convirtiéndose de la noche
a la mañana en atracción
porque miles de curiosos
viajaron hasta ella para
ver con sus propios ojos
la causa de tal conmoción.
A la falta de comodidades
hicieron la vista gorda,
y más curiosos que prudentes
ignoraron a los dinosaurios
en aras de la emoción
vedada para otras gentes.

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