El corazón del Caribe

Por Isabel Arraiza Arana

Autora Invitada 

© 2010


El Caribe era un mar rebelde y orgulloso.  Sabía que era el favorito de muchos navegantes.  Sus olas estaban cansadas de vivir en un mar tan enojón y que las batiera con tanta fuerza.  Soñaban con jugar con los niños en el verano, como hacían otros mares. 

Un día le preguntaron a la arena por qué el Caribe estaba siempre tan furioso.  La arena les explicó que era por no tener un corazón.  No había encontrado uno por ser tan áspero. Las olas le dijeron al Mar Caribe que si no encontraba pronto un corazón, se mudarían a otros mares.  Como no quería quedarse sin olas, él salió rápidamente a buscar un corazón.  Su vieja amiga, la arena, le dijo:  
  
—No te afanes mucho buscándolo, llegará cuando menos lo esperes.  Siendo más cariñoso con quienes te rodean, sin duda, hallarás tu corazón.

Siguiendo su consejo, el mar controló sus mareas.  Se hizo amigo del Sol, de la Luna y de las palmeras.  Las olas estaban felices.  Un día, comenzó a subir del fondo del mar una pequeña islita color de esmeralda.  Era preciosa.  El Sol se admiró tanto con su belleza, que prometió acompañarla todo el tiempo.  Al estar expuesta a los rayos del Sol y a las caricias del Mar Caribe, la islita comenzó a moverse.  Parecía que bailaba.  El Caribe empezó a sentir unos latidos.  ¡Había encontrado su corazón!

Con el tiempo, otras islas emergieron de las profundidades del Mar Caribe.  Pero es esta pequeña, color de esmeralda, la que lo tiene enamorado.  Hasta el día de hoy, las olas del Caribe bañan sus pies.

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