UN GORRIÓN EN LA TORMENTA


Graciela Lecube-Chavez

© 2010


Entre la nieve que febrero descargó ayer
y hoy observé a un gorrión dando saltitos,
aunque todavía se veía mucho más chiquito
porque sus dos blancas alitas se perdían
en el ambiente virginal de los copitos.

No me extrañó, porque en un libro de aves
leí que lleva años en el planeta adaptado
a los fríos bajo cero de los países europeos
y a los calores de las vegetaciones espesas
comiendo los gusanos entre las malezas.

La historia cuenta en dos diferentes relatos,
uno, que el gorrión viajó a la Argentina
en un barco carguero oriundo de la China
y dos, que un alemán depositó en la Pampa
una pareja que se amoldó sin dar queja.

Unos con barba negra, otros de plumitas
azules, el gorrión ni canta como el jilguero
ni es vistoso como el cardenal, pero glotón
y bochinchero encuentra siempre su pareja
y con ella procrea más hijitos que una coneja.

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