Emparedado de Crema de Cacahuate

Este cuento fue publicado en inglés el el periódico
Los Angeles Times.

Autor: Álvaro Huerta
(escritor, organizador y estudiante de posgrado de UC Berkeley)

Traducción por: Ernesto Durán

© 2009
Ilustración de Andrew Huerta



Le llamamos “Peanut Butter”.

A uno le decimos Chato a otro Chamino, hay a quien le apodamos Smiley (“sonrisas”) y hasta Fat Robert (“el gordo Robert”), y es que casi todos los que viven en los proyectos del E.L.A. de Ramona Gardens, tienen un apodo, a veces llegamos hasta olvidarnos de los nombres de reales de nuestros amigos.

De entre todos los niños, me gusta cómo “Peanut Butter” recibió su apodo. Su madre vendía paletas de hielo (a diez centavos) desde su ocupada cocina y también emparedados de crema de cacahuate en pan blanco marca Weber (estos los vendía a cinco centavos y por 5 centavos más le ponía mermelada).

Pobre Peanut Butter, siempre se la pasaba mal en nuestro cruel barrio, y es que no es fácil ser hijo único, y más cuando se es bajo de estatura y flaco, en ELA, esa es una desventaja.

-Déjenlo en paz- le dije una vez a un niño de la escuela primaria Murchison, en mi afán por defender a Peanut Butter.

Siempre se me dificultaba decirle a Tomás, el chico abusivo de nuestro barrio, que dejara a mi amigo en paz. Tomás tiene seis hermanos mayores, ellos también eran abusivos cuando eran niños.

-Oye, Peanut Butter- le grita Tomás -. Quiero que subas las escaleras y brinques hasta abajo montado en tu bicicleta”.

-Okay- le responde Peanut Butter.

Después de pasar un rato, Tomás se aburrió de ver el truco de Peanut Butter, quien brincó desde el quinto escalón mientras los niños lo observaban cautelosamente en espera de ver si lograría brincar exitosamente, al igual como lo hizo Evil Knievel cuando brincó sin la motocicleta.

Un día, a Tomás se lo ocurrió ver si Peanut Butter podría treparse a un pequeño árbol sin que se cayera.

Sin que me a mi me gustara la idea, Tomás me presionó lo suficiente hasta el punto de hacerme cómplice de su travesura.

-Oye Peanut Butter- le grité desde afuera de la ventana de su cuarto.- Sal a jugar.

Peanut Butter no quería estar en su casa todo el día, así que salió corriendo. Ya que estaba afuera, todos caminamos hacia la colina y nos detuvimos en frente de un pequeño árbol de pino.

-Okay Peanut Butter- le dijo Tomás-. Quiero que te trepes hasta la cima de ese árbol. No te preocupes, nosotros te agarramos si te caes.

Mientras Peanut Butter sube cautelosamente al árbol, nosotros escuchamos un relámpago producido por una fuerte brisa.

Peanut Butter estaba atorado en una rama que lentamente se rompía.

-Ayúdenme, llamen al 911- gritaba Peanut Butter, mientras se mecía de un lado a otro.

-Estamos debajo de ti- le dijo Tomás a Peanut Butter para que se calmara.

Antes de que pudiéramos contar hasta diez, Peanut Butter se cae del árbol en cámara lenta. Mientras descendía, todo lo que podíamos oír era, -Alguien llame a mi mamá…- Con miedo de que Peanut Butter nos cayera encima, Tomás y yo nos quitamos de ese lugar.

Peanut Butter cayó encima del suave césped.

-No respira- comencé a llorar, sentía culpa por lo que le había pasado.

De la nada, el papá de Tomás vino por Peanut Butter y lo llevó con su mamá.

Después de que el papá de Tomás vino por Peanut Butter, le digo a Tomás que ya no quería ser su amigo.

-No me gusta cuando te aprovechas de mi amigo Peanut Butter- le digo a Tomás. -No es buena onda ser abusivo.

Preocupado por Peanut Butter, rápidamente me dirijo hacía su casa, toco la puerta y su mamá la abre.

-¿Quieres probar mi paleta de mango?- Me pregunta.

-No, gracias- le respondo ansiosamente-. Solo quiero saber como está mi amigo. Vine a ver a Peanut Butter…perdón…a su hijo.

-Entra, está viendo televisión- ella responde.

Tal sería mi sorpresa, que cuando entro a la sala, encuentro a Peanut Butter riéndose mientras ve un episodio de Scooby-Doo y se come un emparedado de crema de cacahuate.

Comentarios

Los bloguitos dijo…
Gracias Alvaro por esta linda historia.