Distraído


Por Esther Alvarado

(Copyright 2008) Todos los derechos reservados

cuento publicado en Revista Iguana


Ilustración de Mara Price.

Siempre tan distraído, Lalo se veía frecuentemente en apuros. Olvidaba amarrar las agujetas de sus zapatos y al salir de su casa rumbo a la escuela, tropezaba sin remedio. Otras veces salía a la calle sin peinarse, olvidaba sus cuadernos o al llegar a la escuela, entraba a un salón de clases que no era el suyo.

—¡Ah, que Lalo tan despistado! —le decían sus amigos.

La maestra con frecuencia pasaba por alto sus constantes distracciones porque era uno de los niños más aplicados de la escuela, aunque muy seguido, en lugar de llevar la tarea de geografía presentaba la de historia. Un día llevó 50 multiplicaciones de 10 cifras y punto decimal, en lugar del mapa que había encargado la maestra. Aunque todos le recomendaban que anotara todo en un cuaderno, él lo hacía en pequeños papeles. Luego, se le perdían y volvía a olvidarse de todo.

En casa hacía lo mismo, y aunque mamá lo reprendía, olvidaba siempre los encargos. Si salía a comprar pan, traía un paquete de salchichas, si le encargaban manzanas, él volvía con lechugas.

—No seas tan distraído —le decía su mamá todos los días.

—Sólo a veces olvido tus encargos mamita —contestaba.

—Debes poner más atención a todas las cosas que haces porque un día lo vas a lamentar.

—Sí, te prometo que voy a ser más ordenado.
Pero Lalo olvidaba muy pronto su promesa de ser más ordenado y organizar sus cosas, sus tareas y actividades.

Una tarde al salir de la escuela, abordó un autobús equivocado y al cabo de un rato se dio cuenta que no conocía ese camino, que no era la ruta para volver a casa. Bajó apresurado y no supo hacia dónde ir, todo era distinto. Ese parque nunca lo había visto, ni esas casas ni un gran edificio.

Caminó muchas calles tratando de reconocer la zona, pero todo era inútil. Quiso usar un teléfono para llamar a su mamá pero había olvidado llevar dinero y no tenía monedas en su bolsillo.

—¡Estoy perdido! —exclamó en voz baja, mientras miraba asustado como el sol comenzaba a ocultarse y que la gente caminaba de prisa sin detenerse a ayudarlo.

Se sentó en el piso para pensar un poco, pero poco después corrió asustado cuando dos enormes perros se acercaron a él. Sonrió cuando vio a un par de policías que pasaron por ahí.

—Oficial, ayúdeme por favor —le dijo suplicando.


continuará


Comentarios

Anónimo dijo…
Mara,

Me encanto tu ilustracion y este nuevo estilo que tienes. Muy linda.
Chris
Anónimo dijo…
Muy bueno el cuento. Me gusta mucho.
Leticia.
Anónimo dijo…
Gracais Chris, es divertido explorar nuevos estilos.
Anónimo dijo…
Me gusto mucho el cuento porque una vez cuando yo era mas chico me perdi porque antes era muy distraido y con este cuento los niños aprenden que deben ser mas cuidadosos y hacer lo que su mama les dice