El Tren, ese eterno viajero de las vias



Muchos pudieron disfrutar de este medio de locomoción tan utilizado en otros tiempos en la provincia argentina de Córdoba. Corría el año 1972 y el tren se deslizaba por los rieles de muchos caminos. De niña me encantaba viajar por tren, observar el paisaje de campos y cerros, los cientos de vacas y caballos, las casas, y los autos que se movían por la ruta paralela a la del al tren, pero a otro ritmo.

Cuando llegaba a la estación de trenes, adonde todos confluían desde distintas partes del país,
daba gusto ver y entrar al ornado edificio donde se compraban los boletos.

Luego, salía al andén y me sentaba con mi familia en los largos bancos de listones de madera,
para esperar al tren.

El tañido de la campana anunciando su llegada o salida era algo especial. Algunos esperaban con impaciencia que bajaran los pasajeros que habían ido a esperar, mientras otros se apuraban para subir rápidamente y acomodarse junto a la ventanilla para apreciar mejor todo lo que esperaban ver... y algo más.

Ya en el tren, ¿cómo olvidar al guarda que sabía mantener el equilibrio mientras se acercaba a los asientos para marcar los boletos?

Era algo lento, nada que ver con los trenes de otros países, pero los niños viajaban felices. Comían dulces y galletitas, charlaban y reían. Cuando se es niño, se disfruta mucho más, sea corto o largo el viaje. ¡Qué lástima sería que el tren no circulara más!

Los deseos de subir una vez más al tren no se han borrado, siguen ahí, en el corazón. Para el niño que vivió la emoción de viajar por tren, éste continuará siendo el viajero majestuoso de una época cargada de descubrimientos y emoción. Y el chirrido de sus enormes ruedas moviéndose sobre los durmientes cubriendo kilómetros y kilómetros, seguirá para siempre y nunca se borrará.

Leticia T. Pontoni
(editor ET)
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