OÍDOS SORDOS


Graciela Lecube Chavez

© 2016


En una noche de verano
al árbol más alto del huerto
con gran esfuerzo me subí.
Yo quería ver más de cerca
a todas aquellas estrellitas
que me guiñaban sus ojitos
queriendo conmigo jugar
como criaturas traviesas
de un planeta particular.
Sentada en una rama pasé
las horas haciendo preguntas
que nadie me pudo contestar:
¿Quieren ser mis amiguitas?
¿Cuál es su comida favorita?
¿Con qué limpian sus botas?
¿Cómo se llaman sus mascotas?
¿Tienen un mall para visitar?
¿Qué cosas prefieren comprar?
Cansada de tanta indiferencia,
viendo en el suelo mi paciencia,
abrazada al árbol generoso bajé
y a esas coquetas malcriadas
por ser bien educada, perdoné.

Comentarios