Redacción: Kevin
Jared Martínez Márquez
© 2016
Fotografía: Ben
Scherjon
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté a la tortuga.
—Mi nombre es Marcelo —contestó.
—Tu caparazón está del todo reluciente —advertí.
—Precisa observación —estableció Marcelo—. Detesto lo sucio y lo
desordenado, por ello limpio sin cesar mi caparazón, tal cual lo haría un
caballero medieval con su armadura.
—¿Limpias todo el tiempo? —cuestioné.
—Así es, por la mañana limpio mi caparazón, y por la tarde limpio mi
estanque; no tolero las hojas secas que descansan sobre el agua.
—¿Qué te gusta comer? —pregunté con curiosidad.
—Los vegetales son del todo deliciosos, y la mejor parte de comerlos
es que los puedes limpiar una y otra vez antes de disfrutarlos —se alegró
Marcelo.
—Lo que mejor hacen las tortugas, sin duda alguna, es nadar, ¿es esto
cierto?
—En lo absoluto —respondió la tortuga—. Nuestros talentos para pasear
dentro del agua son verdaderamente excepcionales.
—Cuéntanos algo más —motivé a Marcelo.
—Tuve un pariente lejanísimo que moró en las cercanías de China, y se
convirtió en la tortuga más longeva de entre todas las del mundo, puesto que
vivió un poco más de quinientos años.
—¡Recórcholis! —expresé.
—¡Recórcholis! —expresé.
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