IMPRUDENCIAS



por Graciela Lecube-Chavez
 
© 2014



A la medianoche se me ocurre
ir a la cocina a buscar algo dulce que comer.
Subido estaba yo a una silla cercana
al estante donde mamá guarda los dulces
cuando oigo un ruidito humano.
“¿Quién puede ser?”
me pregunto azorado,
y Chelita, mi hermana chiquita,
suspira del otro lado.
“¿Qué haces aquí?”
 indago malhumorado.
“Buscando galletas como tú”.
"¡Qué muchachita atrevida!",
digo para mis adentros
y para “mis afueras” sugiero:
–Mejor será que tomemos agua
que nos quitará las ganas de comer
las galletas prohibidas.
Chelita se pone de puntillas
para llegar a los vasos
secándose en la rejilla de madera.
Uno resbala de sus manitas
y se hace trizas con un ruido “despertador”.
–Y mis dos hijos queridos,
¿que hacen en la cocina
de madrugada?
¿Buscando mermelada?
Yo vine por eso –
dice la mamá que se esmera
en ocultar su mentira
para proteger a los niños.
Ella sabe que su parejita adorada
aprendió la lección no castigada
y jamás volverá a robar nada.
 

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