por Graciela Lecube-Chavez
© 2013
Este amor por leer vino conmigo
al nacer, y tomó fuerza y sonido
una mañana después de amanecer
cuando sin saber me puse a leer.
Tenía yo apenas cuatro añitos
y a todos conquistaba con cariñitos.
De pie en el patio lleno de plantas
comencé a leer en voz bien alta:
“Mii gatita Tuti es tan comilona
que luce gordita como jamona. . .”
Mis papis sin entender lo que decía
se reían y alegres me aplaudían.
“¿Cuándo aprendió a leer?”, papi
preguntó. “Ella no lee”, mami contestó.
“Y eso que escucho, ¿qué es?”
“Inventos de nuestra hijita, ¿no ves?”
Mami estaba en lo cierto. Mis inventos
se hicieron versos y también cuentos
los que leo y releo cuando me siento.
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