Graciela Lecube-Chavez
© 2011
© 2011
Don Martín había esperado
mucho tiempo para ser abuelo;
su única hija no se había casado
por lo que rogaba sin consuelo.
La adopción de Anita cambió todo:
la hora de comer, de hablar, de dormir...
la familia entera giraba a su modo
y por ella la orden del día era sonreír.
Una mañana, rumbo al parque, nieta
y abuelo se detuvieron a respirar
y en la palma de la mano don Martín
a Anita un regalo le quiso dejar.
“Es para ti, angelito inteligente.”
“¿Qué es, abuelo?”, indagó Anita curiosa.
“Es algo que no se ve pero se siente,
es mi bendición para ti, mi linda rosa”.
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