Sapiro Boca Negra

Azael Alberto Vigil

© 2009


En el bosque nebuloso de Montecristo, en las faldas del volcán Chaparrastique, el carnaval de sapos y ranas estaba a punto de comenzar. Era costumbre que todos los años se celebraba el día universal del anfibio. El evento se tornaba en ocasión especial para todos los sapos y ranas solteras en busca de pareja; ya que a la fiesta asistían los mejores prospectos del bosque, ríos y lagos. Sapiro Boca Negra, el sapito más apuesto de Montecristo, se alistaba con su traje pingüino de tres piezas, corbatín y sombrero, estaba seguro que conseguiría pareja. No podía cree lo lindo que se veía, pasó tres horas frente al espejo murmurando piropos y admirando su imagen.

-¡Esta noche alguien se enamorará de mí!- -¡Qué lindo eres Sapiro!-

Al llegar al carnaval, Sapiro observó emocionado como todos se divertían, bailando y cantando debajo de un gigantesco peñón. De repente entró Ranyra, la rana más bella de Sapilandia. Sapiro quedó flechado de amor al instante. Jamás se había sentido así. Estaba seguro que Ranyra era su alma gemela, pero no sabía como acercársele y decirle lo que sentía. Siempre que trataba de decir algo bonito, nunca le salía bien, y terminaba metiéndose en problemas. Allí estaba Sapiro frente a frente con Ranyra, no podía decir palabra, estaba casi mudo. Daba vueltas y vueltas desesperado en el mismo lugar. Los demás sapos, no muy amigos de Sapiro, lo observaban de reojo desde la distancia. Por fin se animó:

-¡Hola guapa! Me llamo Sapiro y soy el sapo más bonito de la región. Todos estos otros sapos son feos y carecen de virtudes, pero yo...Sapiro... soy el mejor. ¡Mírame nada más! ¡Mis ojotes, mis músculos, mi boquita perfecta, y mi suave cantar... ¡Croar, croar, croar! ¿Dime si soy lindo o no? ¿Anda no seas tímida? Dime que soy el sapo más lindo que has visto y que estás de mí enamorada. Se te echa de ver chiquilla. Yo ya ratos te estoy observando y me fijé como me estabas echando ojitos. ¿Sácame a bailar para que mis amigos se mueran de envidia, sí? A propósito, ¿cuál es tu nombre, belleza?

Ranyra se echó a reír a carcajada suelta al ver el atrevimiento de Sapiro, pero no quedó convencida. Ella era inteligente y sabía muy bien cómo tratar a tipos como Sapiro. Ranyra leía libros de filosofía, cuentos y poesías. De buen corazón y humilde carácter, firme cómo un roble. Siempre estaba rodeada de buenos amigos y amigas.

-Yo soy Ranyra... y a mí no me gustan los sapos rudos... arrogantes... altaneros y nada caballeros. Sapos que no respetan a las ranas y que se la pasan mirándose en el río, o en el espejo enamorados de su propia imagen. Esos sapos que se creen ‘chulos’ no me caen bien.- Y especialmente si andan vestidos con traje de pingüino, sombreo y corbatín.-

Con una leve sonrisa en los labios, y cómo que no era con él el asunto, quitándose el corbatín, Sapiro le contesta:

-“A mí también no me caen bien, bella Ranyra. Esos sapos son una vergüenza para nuestra especie. Yo tampoco los soporto, son unos presumidos, no conocen la modestia... Por cierto... ¿Quieres que yo sea tu novio?”-

-¡Qué, qué!-Ranyra dio media vuelta y se alejó de un salto sin decir más palabra.

Esa noche, como en muchas otras más, el intento de Sapiro Boca Negra de conseguir su media naranja fue todo un fracaso.

Comentarios