De gatos y Caritas Windows




Era medianoche cuando se apagaron las luces de toda la casa y grandes y chicos se fueron a dormir. “Mimosa” la gatita de angora se acurrucó perezosa sobre el mullido almohadón ¡por fin podría descansar!

De pronto algo la sobresaltó haciendo que se pararan sus pequeñas orejas en señal de alerta. Fastidiada fijó sus verdes ojos sobre la mesa de la computadora dónde una lucecita se prendía y apagaba, instantáneamente se escuchó una alegre risita.

- ¡Oh nooooo! ¡Ya empezamos! – rezongó con un bufido de impaciencia mientras se enroscaba aún más apretando su cabeza contra el almohadón.

Escuchó otras risitas juguetonas que se sumaban a la primera ¡sabía quienes eran! el pequeño ratoncito de la computadora y sus amigas, las Caritas Windows, que seguramente comenzarían a jugar como lo hacían todas las noches.

La pantalla de la computadora se encendió brillando en la oscuridad y desde un costado comenzaron a descolgarse las diferentes caritas entre risas y empujones, mientras el travieso mouse saltaba de impaciencia y alegría al ver a sus compañeras de juegos.

La gata enfurruñada movió la cola de un lado hacia otro en señal de enfado, queriendo espantar a los molestos que no la dejarían dormir, pero no tuvo suerte.

Mimosa se desesperó lanzando un maullido escalofriante en su afán de asustarlas, pero lo único que logró fue que desde la habitación de los mayores se escuchara un grito amenazándola con sacarla afuera y eso no, no señores, ella quería dormir cómoda en su mullido sillón.

Sabía lo que ocurriría, esas bulliciosas bailarían, reirían y jugarían toda la noche. Algunas eran verdaderos demonios; audaces querían escapar por los ventanales para jugar en el jardín, pero el controlador teclado las rescataba y ponía en su lugar con un gruñido, ya que temía que algún sapo las comiera al verlas tan gorditas y apetitosas.

Mimosa pensó seriamente en comérselas ella, pero solamente para que no molestaran más. Aunque a decir verdad, jamás podría hacerlo, era una gata educada, solo comía comida especial para gatos y tomaba leche descremada.

Era tanta la algarabía que la sufrida gata no entendía como los mayores de la casa no escuchaban nada. Los niños, cuando no se acostaban muy cansados y se dormían profundamente, solían escuchar y aparecían en la sala semidormidos y descalzos. Rápidamente se unían a los juegos, comenzando a reír y correr tratando de atrapar alguna de las escurridizas y saltarinas caritas. Ahí sí que los padres despertaban. Enojados los llevaban de una oreja a la cama, pero sin percatarse de las extrañas presencias.

Cuando los pequeños querían contar durante el desayuno su aventura nocturna, la madre y el padre se reían de su imaginación y amenazaban con dejarlos sin postre una semana si no dejaban de levantarse a medianoche.

- Está comprobado que los adultos son unos ciegos y sordos - pensó Mimosa mientras trataba de sacudirse de su nariz una carita sonriente que le guiñaba un ojo, mientras otra carita con pinta de diablito le hacía cosquillas en su felpuda barriga provocándole involuntarios ronroneos –solamente los animalitos y los niños vemos todo lo que ocurre a nuestro alrededor.

Resignada abandonó su cómodo almohadón y se dispuso a jugar ella también, corriendo una carita con forma de corazón que saltaba invitadora entre los sillones.Y colorín colorado, este cuento sin hadas y duendes se ha acabado.




María Magdalena Gabetta
Copyright 2009

Comentarios

Anónimo dijo…
María Magdalena:

La historia es original
y juguetona... y a dos
colores, los lectorcitos
la gozarán de a poquito.
Te felicito, te felicito,

graciela lecube-chavez
Gracias Graciela por tu comentario, espero que los niños la disfruten y le agradezco a Lety Pontoni por la idea de subirla en colores y la bonita ilustración. Un abrazo. Magda