Competencia deportiva- segunda parte


por Maria Rico


(Copyright 2008) Todos los derechos reservados
cuento publicado en Revista Iguana


La carrera de los animales, A. M. Shua, Ed Planeta. Acuarela y Lápiz
marianarj.blogspot.com


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La llegada del entrenador interrumpió la conversación de los animales. El viejo venado, con un trotecito corto y veloz, llegó y anunció:—¡Empezamos! Como primer paso haremos ejercicios de calentamiento.

—Entrenador, he venido hoy porque es la primera clase, pero no nos volveremos a ver hasta el día de la competencia. Como usted comprenderá, este entrenamiento a mí no me hace falta. Si mis contrincantes fueran liebres sería distinto, pero medir la ligereza de mis patas con un perro y un chivo es cosa de risa —le explicó la liebre al entrenador con altanería.

El entrenador trató de convencerla de que estaba equivocada, pero la liebre se rió de sus argumentos y se marchó. El venado comentó:—Está equivocada, pero su orgullo no le ha permitido meditar. Empezaré a trabajar con ustedes —comentó el venado.

El venado empezó con los ejercicios de calentamiento y por último corrieron dos pistas. El entrenador, con un silbido, les iba señalando los defectos.
—¡Levanta más las patas, Campeón! ¡No mires a los lados, Barbudo! ¡Guarden reservas para el final de la carrera! ¡No se salgan de su carrilera! ¡Recuerden cómo respirar! —los animaba el entrenador.

El perro escuchaba mortificado las recomendaciones, mientras el chivo las tenía muy presentes.

El perro se ausentó de algunos entrenamientos pues consideraba que perdía su tiempo si de antemano sabía que al final ocuparía el segundo lugar. Mientras, el chivo Barbudo asistió a todos y cumplía disciplinadamente las orientaciones que le daba el entrenador.

Llegó el día de la competencia y para los animales esa mañana el cielo estaba más brillante que nunca. Los pajaritos trinaban bellas melodías y las flores perfumaban el lugar donde los deportistas medirían sus fuerzas.

En la primera competencia resultó ganador el salmón; en salto con obstáculos, el primer lugar le correspondió al saltamontes; ahora iba a comenzar la carrera. La liebre, el perro y el chivo estaban en sus puestos. —¡En sus marcas! ¡Listos!¡Fuera! —anunció el venado.

Los tres partieron y la liebre, menospreciando a sus compañeros, se detuvo a un rato de empezar la competencia para comer unas hojitas que encontró en el camino. El perro salió a toda velocidad y a mitad de la carrera se dio cuenta que tenía dificultad con la respiración. El chivo, sin olvidar ni un detalle de las recomendaciones del entrenador, corría mejor que nunca.

Cuando Velocita, la liebre, oyó las exclamaciones de admiración del público asistente, emprendió una veloz carrera, pero ya era tarde para alcanzar el primer lugar. Campeón no guardó reservas para el final y llegó, cansado y jadeante, último a la meta. El chivo Barbudo, para asombro de todos, llegó de primero en medio de exclamaciones de sorpresa, felicitaciones y algarabía general.

—¡Chivo Barbudo, medalla de oroooooo! Liebre Velocita, medalla de plata. Campeón, medalla de bronce —anunció el venado muy satisfecho con el desarrollo de la competencia.

El chivo, muy feliz, recibió las felicitaciones de sus admiradores, mientras la liebre y el perro reconocieron su error, y se sentían muy tristes y arrepentidos por su comportamiento burlón.

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