Por Isabel Arraiza Arana, Autora Invitada
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¿Has oído hablar del maestro Rafael Cordero? Se considera una de las figuras más importantes de la educación en Puerto Rico. Fue maestro de niños que llegaron a ser grandes escritores, abogados y políticos de nuestra Isla.
Pero la grandeza de Rafael no sólo fue lo buen maestro que fue. Fue un ser humano excepcional. De niño, Rafael no pudo asistir a una escuela formal. El era de la raza negra. Y en esa época, los niños negros no podían asistir a las escuelas de los niños blancos. Y las niñas no podían asistir a las escuelas de los niños. Por eso, sus padres fueron los maestros de Rafael.
Sus padres se esforzaron por enseñarle a su hijo todo lo que sabían. Rafael era un niño muy inteligente. Como era muy curioso, hacía muchas preguntas y observaba todo con mucho cuidado, para poder aprender. También de sus primeros maestros aprendió que la enseñanza era un acto de amor.
Antes de cumplir los 20 años, Rafael estaba listo para ser maestro de grados primarios. En su misma casa, en el Viejo San Juan, comenzó a dar clases a todos los niños que quisieran aprender. Pero Rafael no cobraba por enseñar a estos niños. Creció pensando que todos los niños y las niñas, sin importar su color, o que fueran pobres, tenían derecho a una educación. Por eso ofreció toda su vida clases gratuitas a todos los niños y niñas que llegaban a su escuela.
Como no cobraba por su trabajo como maestro, Rafael tenía otros oficios. Fue zapatero y limpiaba hojas de tabaco. Con lo que ganaba, compraba materiales para sus discípulos. Fue un hombre muy generoso. Por eso su historia ha llegado hasta nuestros días.
La obra La escuela del maestro Cordero, del conocido pintor puertorriqueño, Francisco Oller, no dejará que olvidemos al maestro Rafael. Esta pintura representa al maestro Rafael, rodeado de sus alumnos, en medio de una de sus clases. Su rostro refleja el cariño que le tiene a estos niños y a su profesión. Esta pintura está en exhibición en el Museo de Arte de Ponce.
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