Las estrellas traviesas

Isabel Arraiza Arana
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El sueño se columpiaba en las pestañas de Mamá Luna, cerrándole los ojos poco a poco. La noche estaba muy silenciosa.

—Uh, uh, uh. Oh, oh, oh. Mamá Luna se durmió—anunció el búho.


Las nubes se convirtieron en hamaca y se colgaron entre dos palmeras. Tres estrellitas aprovecharon que Mamá Luna dormía y bajaron a mecerse en la hamaca de nubes. Desde allí, saltaron al mar. Jugaron con la espuma y con la arena.


Antes de que Mamá Luna se despertara, las tres estrellitas subieron al cielo, todas empapadas. Las gotitas de agua despertaron a Mamá Luna. Notó que las lloviznas que le caían eran saladas.

—Hasta que no estén secas, no pueden subir al cielo— les dijo—. El agua salada les hace daño a los pájaros y a las flores.

Las estrellitas volvieron a bajar y se acostaron en la arena para secarse. Con el arrullo del mar, se quedaron dormidas. No regresaron esa noche al cielo.

Con los primeros rayos de Papá Sol, las estrellitas despertaron. Nunca lo habían tenido tan cerca. Por su calor, la arena se les derretía encima. Se metieron al mar para refrescarse. No pudieron quitarse la arena que traían pegada a sus cuerpos. Las estrellitas no entendían qué les pasaba.


—Bienvenidas a su nuevo hogar—las saludó una vieja estrella de mar.

—¿Quién eres?—preguntó el trío de estrellas.

—Soy una estrella de mar. Era una estrella del cielo con mucha curiosidad por conocer más de cerca la tierra, y a Papá Sol—les explicó ella—. Me escapaba para jugar en el mar, y una noche me quedé dormida en la arena. La sal, la arena, y los rayos de Papá Sol me convirtieron en una estrella de mar.

—¿No se enojó Mamá Luna?—quisieron saber las estrellas.

—¿Por qué se iba a enojar? Ella sabe que todas las estrellas sentimos esa curiosidad y bajamos. Algunas deciden regresar al cielo, pero otras preferimos quedarnos bailando en el mar.

—Debe ser grandioso vivir en el mar— dijeron las tres estrellas.

—Lo es también vivir en el cielo— dijo la estrella vieja—. ¿Pero saben que es lo más grandioso de todo? ¡Ser una estrella!

Las tres nuevas estrellitas de mar se acostaron en la orilla y dejaron que la espuma les acariciara sus patitas hasta el anochecer. Desde allí vieron a Mamá Luna sonreírles, antes de quedarse dormida.



Comentarios

Anónimo dijo…
Me encantó leer "Las estrellas traviesas".
Es cierto que, para escribir cuentos infantiles, hay que sentir como un niño.
Para disfrutarlos, también.

Tienen un lindo blog.

Gracias.